jueves, 9 de julio de 2020

Primeras páginas "Entre dos aguas"

Para ir abriendo boca, tanto si habéis leído "Sangre Vikinga" como si no, os traigo las primeras páginas de la segunda entrega de esta saga.

Cuidado que engancha, es adictiva.

¡Que la disfrutéis!



lunes, 22 de junio de 2020

Entre dos aguas

¡Ya está disponible "Entre dos aguas"!
La segunda parte de "Sangre Vikinga".
Si te gustó el primer libro, no podrás dejar de leer el segundo.
"Los dioses escriben nuestro destino y nosotros decidimos qué camino tomamos hasta llegar a él. Pero todas nuestras decisiones tienen consecuencias, para nosotros y para otros".
Estas fueron las últimas palabras que me dijo mi padre antes de que el Jarl Sven atacara nuestro hogar y nuestras vidas quedasen en manos de las lealtades de los hombres.
Traiciones, mentiras, revelaciones, pérdidas, amor, reencuentros y recuerdos olvidados son sólo algunos de los obstáculos con los que se encontrarán Helga y Thorstein antes de aceptar sus destinos.





domingo, 6 de enero de 2019

Precuela de Sangre - Jens, el castigo

Tras el primer encuentro con Wanda, que me dejó bastante desconcertado, hubo más. Las contadas veces que tenía que hablar con mi amo, la tenía a ella esperando en el umbral que daba paso al patio.
En ocasiones, ella salía a pasear por los alrededores de la casa y cuando nuestras miradas se encontraban ella buscaba refugio en los establos, el molino o la arboleda. Me era imposible no obedecer a su orden no verbalizada. Acudía como un perro amaestrado sabiendome juguete de sus caprichos. Sólo por un instante de intimidad con ella que se marchaba tal y como había venido: silenciosa y fugaz.
Hasta que un día la ví aparecer y al seguirla, me quedé petrificado ante lo que mis ojos veían. Wanda no había ido a buscarme a mí, si no a uno de los nuevos esclavos de piel oscura. Cuando se percató de mi presencia me miró provocadora, invitándome a acercarme. Ella cabalgaba su nueva montura con maestría y yo, tremendamente excitado, solo pude seguir sus órdenes. Me acomodé tras ella, tomando uno de sus pechos con mi mano y con la otra le incliné la cabeza para poder devorar su cuello. Ella agarró mi cabello apretándose contra mi boca mientras sus caderas se movían con un vaivén enloquecedor sobre el otro hombre.
No aguantaba más, iba a arrebatársela a mi compañero para poseerla yo cuando unas voces nos sacaron de nuestro ensueño. En cuanto ella se dió cuenta de que era su esposo quien se acercaba empezó a gritar y a forcejear fingiendo que la estábamos forzando.
Wanda se acercó tambaleante y llorosa a su esposo mientras el otro esclavo y yo reaccionamos como pudimos ante el ataque de los hombres de nuestro amo. La paliza que nos propinaron fue portentosa aunque ellos también se llevaron su parte. La rabia que sentí en aquel momento me nubló la razón y la fiera salvaje salió para defenderse.
El barullo que se montó alertó a más hombres que vinieron en defensa de su señora. Hicieron falta más de 15 guardias para reducirnos a mi compañero y a mí.
Finalmente, nos ataron a las picas del patio para mostrar ante todos el castigo ejemplar que correspondía a dos esclavos condenados a morir desangrados y despellejados. Mientras tanto, pude contemplar a mi señora disfrutando del espectáculo con una medio sonrisa.

Me sentí utilizado, humillado, traicionado y un absoluto idiota. Había desperdiciado todas las oportunidades que tenía de escapar y, ahora, iba a morir como esclavo por culpa de una mujer que ni siquiera lo merecía.
Al caer la noche, en lugar de dejarme allí junto al otro esclavo para morir, me quitaron los grilletes, me limpiaron las heridas y me montaron en un carro. Nadie se molestó en darle explicaciones a un esclavo moribundo.

domingo, 21 de mayo de 2017

Precuela de Sangre Vikinga - Jens, los nuevos amos

Durante los casi tres años que fui esclavo del anciano Meyer pasé la mayor parte del tiempo trabajando la tierra. Pero desde que resolví un par de incidentes en el campo, requería mi presencia con bastante frecuencia en la casa. Llegó a preguntarme qué fui antes de ser esclavo. Le expliqué en qué consistía ser Jarl, omitiendo que mi padre era el Rey de Suecia.
En ocasiones, cuando tenía alguna reunión importante con algún comerciante, tanto fuera como en su casa, precisaba mis servicios como guardaespaldas. Pero una vez nos quedábamos solos, lo que quería era mi opinión respecto al acuerdo que se estaba negociando.
Poco a poco estaba consiguiendo mi objetivo: tener más libertad de movimiento para poder deambular dentro y fuera de la casa sin llamar la atención y escapar a mi hogar.
Pero los dioses tienen un sentido del humor muy peculiar y cuando vi cerca el momento, Meyer enfermó.
Su hijo mayor junto a su joven esposa, vinieron a atenderle. Más bien a comprobar cómo se consumía sin remedio, sin que ningún galeno pudiera hacer nada por él.
Meyer quiso escribir un testamento de últimas voluntades y tras dictarlo al escriba los testigos del acto lo firmaron. Yo no estuve presente pero mi amo me dijo que había dado la libertad a varios de sus esclavos, entre los que me encontraba yo. Hablamos sobre mis planes para volver a casa y me sorprendió defendiendo la postura de mi padre. Sólo le había contado que él había sido el causante de que nuestros enemigos atacaran y que no se había dignado a venir a ayudarme. Meyer, con la sabiduría de un hombre que se encuentra en el final de una vida plena, me pidió comprensión para con mi padre.
—En ocasiones, un padre tiene que comportarse como un hombre para que otros puedan ser padres aún a costa de perder a sus propios hijos. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias. A veces para nosotros y otras para otros. Esas son las que más pesan —tosió y le alcancé un vaso de agua—. Ten por seguro que tu padre te recuerda y, conociéndote, te lleva en sus pensamientos todos los días. Te lo digo yo que como padre me he equivocado muchas veces por favorecer al duque que regenta estas tierras.
Enterraron a Meyer en suelo cristiano junto a la ermita. Los esclavos no tuvimos permiso para asistir, por supuesto, pero, todos permanecimos en silencio aquella tarde mostrando nuestro respeto hacia el que había sido nuestro amo y señor.
Al día siguiente Günter, el hijo de Meyer, nos reunió en el patio a siervos y esclavos para aclarar que ahora él era nuestro amo, que todo seguiría igual salvo por una diferencia: él era más estricto que su blando padre. De la liberación que me había dicho el difunto en su lecho de muerte nada se dijo. Preguntar sin permiso supondría darle una excusa a ese déspota para que nos azotara. Así que mi libertad y mis esperanzas se me escaparon entre los dedos cuando ya casi eran mías.
Pocos días después me llamó a su presencia. Pude comprobar cómo Wanda, su esposa, me sometía a un exhaustivo estudio con su mirada mientras mi nuevo amo me interrogaba en cuanto a mis conocimientos sobre los negocios de su padre. La mujer, aburrida por nuestra conversación, abandonó la estancia, pero no se fue lejos. Cuando mi amo me dio permiso para volver a mis tareas y salí de allí, me la encontré bloqueandome la puerta al exterior.
—Esclavo —dijo melosa. Bajé la mirada al suelo—. Necesito tu ayuda. Sígueme.
La actitud de aquella mujer me pareció sospechosa pero la sensualidad de sus movimientos, la elegancia de su porte y la belleza que sabía utilizar para hipnotizar a todos a su alrededor, no me dejaron pensar más. Al llegar a sus aposentos me pidió reubicar los baúles y arcones que había traído para instalarse.
Una vez hube acabado, me cuadré y bajé la mirada, consciente de que, durante todo rato que había estado trasteando, ella no me había quitado ojo de encima. Se acercó a mí con la seguridad de una gran señora. Con sus gráciles dedos tomó mi mentón y alzó mi rostro para que la mirara. En aquel momento fui consciente de que no había estado con ninguna mujer desde que me apresaron y mi cuerpo reaccionó a su cercanía con voluntad propia. Inspiré profundamente manteniendo la mirada de aquella leona que sonreía con candidez. Sus dedos acariciaron mis labios mientras yo permanecía inmóvil, no me atrevía a moverme por miedo a no poder controlar el impulso de arrancarle las ropas. Entonces se aproximó aún más a mí y poniéndose de puntillas me besó. Fue un casto beso que duró sólo un instante. Se quedó cerca de mí, con una mano en mi rostro y la otra en mi pecho donde se había apoyado. Seguí sin moverme pero le sostuve la mirada. Me estaba provocando.
Finálmente, dio un paso atrás y se giró de espaldas a mí.
—Puedes retirarte. —Tardé un momento en reaccionar pero desperté de mi ensueño y me dirigí a la puerta—. Espera. —Me paré y me volví aguardando órdenes, pero no bajé la mirada esta vez. Sus ojos reflejaban anhelo y su rostro era de súplica—. ¿Por qué no me has tocado? —preguntó acercándose a mí.
En mi cultura, era habitual que los esclavos y esclavas participaran en los juegos sexuales de sus amos pero sólo si eran invitados.
—Porque no me habéis dado permiso, mi señora. —Casi no reconocía mi voz de lo ronca y contenida que sonó. Ella se rió de mi respuesta tapando ligéramente sus cautivadores labios con sus dedos. Se acercó a mí de nuevo con una calma que hizo que me hirviera la sangre.
—Entonces, tienes permisos para tocarme, esclavo. —Dijo con voz profunda y mirada provocadora mientras se aferraba a mi cuello e invadía mi boca con exigencia—. Hazme tuya, te lo ordeno.
Obedecí. La atrapé entre mis brazos, la llevé al lecho, me acomodé sobre ella entre sus piernas mientras devoraba su cuello y cuando le estaba subiendo las faldas dispuesto a adentrarme en sus profundidades…
—Espera...
No pudo continuar hablando. Una exclamación salió de su garganta dando paso a placenteros jadeos acompasados al ritmo que yo marcaba, enloquecido, embrutecido por aquella mujer.
Escondió el rostro en mi hombro para ahogar su grito liberador al alcanzar el éxtasis . Yo la seguí con un gruñido y un último y profundo empellón con el que me dejé ir por completo.

—Ahora sí, esclavo. Puedes retirarte.

sábado, 22 de abril de 2017

Reseña Firma de libros en Torre Ilunion

El pasado jueves 20 y viernes 21 de abril, para celebrar el día del libro, Ilunion Retail organizó la primera Feria del Libro en su nuevo emplazamiento Torre Ilunion.

Fue todo un éxito de ventas.

Por mi parte, fui invitada a firmar libros con ellos durante la mañana del jueves y he de reconocer que la firma fue bastante divertida y entretenida.

Anécdotas hay unas cuantas: como el compañero que le quería regalar el libro a su hijo de 13 años y tuve que advertirle que el capítulo 9 podría considerarse de "2 rombos", o la compañera que quiso que se lo dedicara a su amigo Jandro, al que le gusta mucho el mundo vikingo y que ya había oído hablar de mi libro. 


Tuve el honor de dedicarles el libro a varios ex compañeros (trabajé en Ilunion durante un tiempo), al Consejero Delegado de Ilunion Retail Antonio Barea y al Presidente de Ilunion Alberto Oñoro.

Muchas gracias por invitarme y hacerme sentir en casa de nuevo.

Os copio a continuación la introducción que escribió mi amigo y compañero en Ilunion Raúl Sánchez. Finalmente no encontramos el momento de leerla ante la gente, pero es tan emotiva que he querido compartirla con todos vosotros:

"El 23 de Abril es el DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO. Es el día en que murió Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.
Hoy presentamos el libro de Cristina Valero, que fue compañera de Ilunion Retail y ahora trabaja en el CIDAT (Centro de Investigación y Desarrollo de Aplicación Tiflotécnica de la ONCE). Con su novela ganó el Premio TIFLOS de novela para escritores con discapacidad visual en su edición de 2015.
Sangre Vikinga es un título potente que encierra dos palabras con mucho significado: 
SANGRE: que significa pasión, fuerza, flujo vital, interés por la vida... 
VIKINGA: Cristina es una guerrera moderna, no asalta barcos pero asalta la vida como madre coraje, dedicada a su familia, a su hija, a la escritura, a su trabajo, a sus amistades, a sus compañeros... 
Cristina pone en esta novela lo que ella es: Princesa Vikinga llena de energía, de pasión por escribir, la misma que pone en todo lo que toca. 
Cristina va más allá de lo tangible y nos lleva, con su novela a tocar y disfrutar de lo invisible. 
No se pierdan de Sangre Vikinga: novela de aventura, romance, intrigas, batallas...  
Y disfruten de la lectura."

20.04.2017 Raúl Sánchez


Si no queréis perderos la oportunidad de vivir esta aventura podéis encontrar Sangre Vikinga en papel y ebook en Amazon:
También podéis leer las reseñas que le están haciendo:

¡Feliz día del libro!

lunes, 10 de abril de 2017

Reseña Presentación Sangre Vikinga

Es sobrecogedor y emocionante sentir el apoyo y calor de tantos amigos y familiares en un día tan especial como este: la primera presentación de Sangre Vikinga, mi primer libro.
He tenido el honor de contar con Adriana Cely como maestra de ceremonias. Una mujer que me ha acompañado desde hace años en mis momentos duros y en mis momentos buenos. Y que, seguramente, sin su apoyo y consejos Sangre Vikinga no habría nacido.
También he de agradecer al café del libro La Buena Vida su profesionalidad, cercanía y saber hacer. Ellos se han ocupado de todo lo necesario para que yo pudiera centrarme en lo importante: mi gente y mi libro.
Hablar sobre mi novela a tantos rostros conocidas y saber que muchos se la han leído me provoca una extraña sensación de dulce gustirrinín. Me explico: verlos asentir al comentar alguna escena de manera encriptada, para no hacer spoiler, y saber que la reconocen es una conexión muy especial.
Escuchar a la gente hablar de mis personajes como si fueran viejos amigos me hace sonreír de orgullo, no por mí, sino porque los siento vivos. Son mi creación, han salido de mi pluma (bueno, de mis dedos en la pantalla del móvil) y ahora son libres para llegar hasta donde ellos quieran, conquistando los corazones de los lectores e inspirando a muchas personas para que conozcan su muro, lo acepten y se atrevan a luchar a su lado y no contra él.
Durante la presentación comentamos anécdotas, detalles, justificaciones y explicaciones. Destacaría la puntualización de Alberto Gil en cuanto a la forma de describir las cosas: cuando el foco del narrador se centra en Jens, las descripciones son más visuales, en cambio, cuando el foco está en Elian, se centran más en los sonidos, los olores y el tacto. Os animo a buscar estas diferencias en la novela y a disfrutarlas.
Otro punto que destacó Ester FG fue que, pese a que la protagonista es ciega, es muy fácil identificarse con ella. Éste era un punto que me preocupaba un poco, si conseguiría o no llegar a los lectores cuando la gran mayoría ve perfectamente. Pero parece que lo he conseguido. Señalan que es gracias, precisamente, a la naturalidad con la que vive su ceguera y al ingenio de Jens a la hora de mostrarle otra forma de hacer cosas como tirar con arco, montar a caballo, nadar o bailar.
Las cartas que el tío Fenton les escribe desde su misión en el norte son también una fuente de inspiración. Habla de aquella cultura, tan distinta a la suya, emulando los escritos de las grandes Sagas vikingas que usan los historiadores para tratar de reconstruir y entender aquella civilización tan avanzada a su tiempo y, a la vez, tan desconocida. Para mí ha sido una labor de investigación realmente enriquecedora.
Tras mi exposición y las observaciones de mis contertulios, y algunos atrevidos que alzaron su mano para aportar sus impresiones, los presentes se fueron acercando para que firmara sus ejemplares. Así, tuve la oportunidad de conocer en persona a Georgia y a Sara, que han sido las que han hecho posible que la segunda edición de Sangre Vikinga tenga esta fabulosa apariencia, tanto por dentro como por fuera. La portada enamora por sí sola. El azul gana mucho en directo, ni en foto ni en imagen llega a alcanzar la belleza y el esplendor que tiene la imagen al verla impresa. Gracias, gracias y gracias.
Y para finalizar quiero recalcar una última idea:
Conseguir que los que no han leído la obra quieran leerla es un triunfo pero que quienes ya la han leído quieran volver a hacerlo es una gran honor.
Gracias por formar parte de esta historia que no ha hecho más que empezar.
Mil besos.

miércoles, 5 de abril de 2017

Precuela de Sangre Vikinga - Caillean

Darsus entró en la sala del homenaje detrás de su padre, el Conde de Sheriland. Mi hermana Liseth lo aguardaba junto al nuestro sin levantar la vista del suelo. Mi madre y yo observábamos aquel primer encuentro desde un lateral.
No podía dejar de mirar a aquel joven. Él miraba a mi hermana buscando sus ojos pero ella solo hizo una reverencia casi forzada.
Durante un instante, sólo un momento, él me miró. Sentí el rubor subir a mis mejillas y un repentino calor inundó todo mi cuerpo. Darsus me dedicó la más arrebatadora sonrisa que jamás hubiera visto y supe que me había enamorado.
—No puedo casarme con él, Caillean —lloriqueó mi hermana cuando estuvimos a solas en nuestra alcoba.
—Pero el compromiso se ha firmado. Tú eres la mayor de las dos, la que tiene derecho al matrimonio —dije sin comprender cómo podía rechazar a un hombre como Darsus.
—No puedo, Caillean. ¿No lo entiendes? Después de lo que casi me hizo ese desgraciado no puedo pensar en dejar que ningún hombre me toque.
El anterior pretendiente de mi hermana trató de hacer valer sus derechos de esposo antes de tiempo. Ella se resistió, gritó y se defendió. Gracias a Dios, pudieron auxiliarla a tiempo y el compromiso se rompió. Pero ese episodio la dejó muy marcada.
—Pero Liseth, Darsus es diferente. Dale una oportunidad.
—Preferiría irme al convento contigo.
Nuestro padre era conde, como el de Darsus, pero sus riquezas no eran suficientes para pagar dos dotes, de manera que, desde bien pequeñas, Liseth se educó para ser una buena esposa y yo para ser una devota sierva de Dios.
—Entonces ve tú —dije con una convicción que me sorprendió a mí misma.
—¿Cómo dices? —mi hermana me miró extrañada sin comprender.
—Que vayas tú al convento y yo me casaré con Darsus.
Allí estaban otra vez las mariposas dando vueltas y vueltas en mi estómago solo de pensar en él.
Mi padre era un hombre práctico y mientras pudiera cumplir su palabra de casar a una de sus hijas le daba igual cuál. Por supuesto, la razón que le dimos es que yo quería ser madre mientras que Liseth había sentido la llamada de Dios con más fuerza que yo. Mi madre puso el grito en el cielo. Dijo que todo el esfuerzo que había hecho para darnos una educación adecuada a nuestro sino había sido una grandísima pérdida de tiempo y que éramos dos desagradecidas.
Pese a todo, los de Sheriland aceptaron el cambio y el día de la boda fui yo la que subió al estado a firmar los esponsales.
Temblaba de pies a cabeza. Sentía mis manos sudorosas por los nervios y casi me faltaba el aire. A parte de mi padre, nunca había tocado a un hombre. Pero cuando lo vi allí arriba, esperándome, todo lo demás desapareció, sólo estábamos él y yo. Tras firmar, la nueva unión se selló con beso. Mi primer beso. Fue rápido e inocente y, sobre todo, torpe.
Me tomó de la mano para ir juntos a la capilla. Al entrar me sentí una traidora. Había estado allí tantas veces rezando, preparándome para ser una sierva del Señor... Y, sin embargo, le estaba dando la espalda para sucumbir a la lujuria y el amor carnal. Pero mi turbación se esfumó cuando el religioso bendijo nuestra unión ante Dios. A través de la imposición de sus manos me llegó el perdón y la comprensión del Altísimo.
Durante aquella primera noche Darsus fue atento y delicado. Me parecía flotar entre sus manos. Sus besos y caricias eran tiernas y respetuosas. Todo parecía maravilloso y para confirmarlo llegó nuestro primer hijo, Darean. Fuerte, sano y muy hermoso.
Al poco tiempo murió mi suegro y Darsus se convirtió en el nuevo Conde de Sheriland. Para homenajear al difunto, entre otros muchos festejos, mi esposo otorgó la libertad a varios de los esclavos que había comprado su padre. Algunos se marcharon y otros se quedaron. Entonces me fijé en una de las muchachas. Se llamaba Helga y casi no la había visto en todo el tiempo que yo llevaba allí.
Durante mi segundo embarazo recibimos la visita de Fray Fentón, el hermano de mi esposo. Había terminado su formación y se disponía a partir hacia el Norte a llevar la palabra de Dios. Me parecía un hombre entrañable hasta que vi con mis propios ojos la confianza y condescendencia con la que trataba a Helga. Y lo peor de todo es que Darsus hacía lo mismo. Si un desconocido hubiese presenciado la escena habría creído que la señora de la casa era ella. No ayudó el hecho de que, al percatarse de mi presencia, ella se despidiera apresuradamente de mi cuñado y desapareciera al instante.
Aquella fue la primera gran pelea que tuvimos Darsus y yo. Finalmente, concluimos que mis celos no tenían fundamento, que mi embarazo me hacía estar muy sensible y que ella solo había sido una esclava que los había visto crecer y quién inspiró a Fenton para marchar hacia el Norte.
Creí a mi esposo. Lo amaba tanto que quería creerlo por encima de todo. Pero estando recién  embarazada por tercera vez mi mundo se despedazó. Traté de confiar en Darsus. Ella procuraba no dejarse ver pero en ocasiones mi esposo desaparecía. Me decía que estaba en su despacho o que había salido a montar pero yo empecé a sospechar lo que me negaba a creer. No lo encontraba donde él decía que estaba. Cuando le pedía explicaciones me daba excusas muy convincentes pero que no calmaban mi espíritu. Un día lo seguí. Bajó a las cocinas, se asomó sin entrar y siguió su camino escaleras abajo. Fui a seguirlo pero me tuve que esconder de nuevo cuando ella salió y lo siguió escaleras abajo. Me quedé petrificada, fría. Sentí ganas de llorar, gritar y morirme allí mismo y todo a la vez. No estaba segura de ser capaz de soportar la realidad si bajaba y descubría que todo era cierto. No sé de dónde saqué fuerzas para moverme, despacio, sigilosa, hacia la celda de aquella que me estaba robando a mi esposo, mi felicidad y mi vida. Según me acercaba podía escuchar las risas cómplices de dos amantes que pronto se convirtieron en jadeos y gemidos. Podía escuchar incluso las caricias que se prodigaban. Llegué a la puerta y apoyé mi frente en ella, temblando ante lo que sabía que había detrás. La madera cedió bajo mi peso y del susto me aparté. La puerta estaba ahora ligeramente entreabierta. Mi pulso estaba acelerado, mi incipiente barriga estaba dura de la tensión.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas, silenciosas y desconsoladas, al comprobar que la pasión de aquellos dos amantes no se parecía en nada a lo que había en nuestra alcoba. Mi esposo jamás me había tocado como la estaba poseyendo a ella. Los besos y caricias que me daba poco tenían que ver con la forma de hacer suya a esa asquerosa bastarda. Ella estaba sobre él cabalgándolo mientras él la cubría con sus manos apretándola contra sí mientras la rubia melena de ella flotaba suelta abrazándolos a ambos. Maldita hija de vikingos mata cristianos. Eso era. Un demonio que había embrujado a mi esposo para robármelo.
Di un paso al frente abriendo la puerta completamente. Ellos se detuvieron al descubrir mi presencia. 
—Caillean, ¿qué haces aquí? —dijo tratando de cubrir su desnudez y la de ella mientras esa sabandija se escabullía del lecho y se vestía.
—Confié en ti —conseguí decir con un hilo de voz—. ¿Cómo has podido hacerme esto?
En aquel mismo instante, todo el amor que sentía por aquel hombre se convirtió en odio. Un odio tan intenso que era puro veneno.
Dios me estaba castigando por desviarme del camino de la santidad.